viernes, 4 de noviembre de 2011

La música

Siempre he creído que hay personas o lugares, que dejan huella en nosotros, en nuestra forma de ser. Hoy, pasando por delante del conservatorio superior de música, se me vinieron a la mente aquellos años de mi niñez y adolescencia que pasé en aquel edificio.

Cuando me sumerjo en mis pensamientos, cosa bastante habitual, a veces creo escuchar de fondo a todos aquellos instrumentos que se juntaban en una melodía heterogénea, pero bella al mismo. Es ahora que me doy cuenta que se convirtió en un segundo hogar para mi.

Recuerdo aquellas pequeñas cabinas que los estudiantes usábamos para practicar con nuestro instrumento, en mi caso el clarinete. En la parte trasera de ésta se hallaba una gran ventana, desde donde se podía ver en algunas cabinas una parte grande de santa cruz. Añoro los días de tormenta que pasaba en aquellas cabinas, solo yo, mi música y el estruendo de la lluvia.

Recuerdo los conciertos de navidad con alegría, pues eran la antesala a las festividades. Me acuerdo de ese niño en el escenario vestido de gala, eso sí con una camisa algunas tallas mayor a la mía (cosa que nunca entendí), temblando de miedo frente al público, el cual me sonreía y me miraba con atención. También rememoro la increíble sensación que me llenaba al acabar mi pieza y sentir el apoyo y los aplausos de la gente. Es algo que nunca olvidaré.

Solo deseo que esos niños que a veces se acumulan a la puerta del conservatorio, sepan disfrutar y aprovechar la oportunidad de vivir la música, tanto como la viví yo.

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